La felicidad

Esperanza Marín Cardiel (publicación original 26 de mayo de 2025)

Aquel atardecer, dando un pequeño paseo, llegué a un riachuelo. Cuando me acerqué con torpeza al agua, mi silueta, casi invisible, se reflejó quebrada en el agua. Me hizo pensar, con una sonrisa, en mi delgadez extrema; mis rodillas eran tan finas que se adivinaba el hueso. Aquella enfermedad me consumía lentamente sin remedio.

Esa noche, recordando mi reflejo, decidí olvidarme de mi aflicción, que me atormentaba, y aunque no era física, se evidenciaba en mi cuerpo malogrado.

En un acto de confianza, quise superar mi locura y trastorno que me tenía prisionero. Fue entonces cuando pensé en el agua cristalina que corre sin miramientos, ajena a todos los ojos que la observaban, y mi libertad apareció inminente. Como si fuese un pajarillo, caí por la ventana; con los brazos extendidos, sin poder siquiera volar, me taparon con una manta en el suelo mientras trataba de respirar, y por mi nariz resbaló un hilillo de sangre.

Empecé a sentirme bien por fuera, a la vez que veía desde mi interior a la gente arremolinada. Era una sensación extraña.

Ahora, aquí tumbado y arropado, todo me parece diferente. Estoy relajado, me siento gozoso y mi aspecto ha mejorado; ya no me veo frágil y mis rodillas están redondeadas y fuertes. Mis ojos se van hundiendo poco a poco, mi sonrisa, sin tener motivo aparente, se va alargando.

Un escalofrío me convulsiona, no siento dolor, no veo a nadie cerca de mi , solo siento que la manta sube por mi cabeza; me quedo a oscuras, me libero de mis pesares y poco a poco voy dando paso a mi felicidad.

Sin venir a cuento paso a recordar mi niñez, me veo correteando por un parque al lado de mis padres, que vigilan mi debilidad, ya presente en mi infancia. Me sonrojo por dentro y me transporto a mi zona de confort, que siempre fue la misma, donde estaba protegido de todos mis males, donde se manifestaba mi estado de grata satisfacción y bonanza, y donde ahora se vuelve a hacer patente. Es mi segunda oportunidad.

Siento un último vaho bajo la manta y una baba se desliza por la comisura de la boca, que queda abierta en la oscuridad.

Por Fin DEP.

Categoría de mayores de 18 años

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *